19.9.04

Puertas

Él tenía el poder en sus manos. Bastaba que pusiera una de ellas sobre la puerta y esta se abría delante de él. No siempre era tan simple: muchas veces debía concentrarse e irradiar toda su fuerza para abrirlas. Puertas grandes, de madera, de metal, pequeñas, casi invisibles, de casas, de cuartos, de departamentos, de edificios gigantes, de autos, de vidrio, se podría decir que todas.
Muchas veces lloraba de alegría cuando abría una puerta y otras veces simplemente las abría, casi mecanicamente. Muchas otras veces lloraba pero de tristeza cuando la puerta se resistía. Era solo cuestión de esperar.
De tanto en tanto, él se olvidaba del poder de abrir puertas. No recordaba que con alejar un poco la mano de su cuerpo y sostenerla unos segundos en el aire, él lograba abrirlas. Y se empezaba a sentir raro: triste y solo por no poder salir de donde estaba o por no poder entrar a un lugar nuevo. Tarde o temprano una nueva puerta se abría delante de él. Sólo tenía que llegar el momento justo en que las puertas que antes se resistían se quebraban ante su fuerza. Y así, él recordaba que podía abrir todas las puertas que quisiera. Y que algunas se abrían muy fácil, casi al instante pero otras...otras no.

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