8.11.04

no matar - no morir

Varios hombres ciegos examinan a un elefante, recurriendo al tacto, para determinar la naturaleza del animal. Uno palpa sus orejas; otro, la trompa; el de más allá, la cola o las patas. Tras el examen, el primero dirá que el animal se parece a un ventilador, y los otros, que es semejante a un árbol, una cuerda, una serpiente o una jabalina. Con esa antigua parábola budista en mente y convencido de que el fenómeno no puede ser comprendido a partir de visiones parciales, Gus van Sant tituló Elefante a su conmocionante estudio sobre la violencia juvenil en Estados Unidos. (Info extraida de acá).
La peli habla de la tragedia ocurrida en una escuela, cuando unos chicos entraron armados y masacraron a muchos de sus compañeros (no sabías? donde vivís? en un tapper?).

Terminó la peli, que dura apenas 82 minutos, y me quedé helado frente al televisor mientras pasaban los títulos, después la pantalla en gris y finalmente esas extrañas lineas de colores con el piiiiiiii histérico ese. No podía levantarme de la silla. Cuando mi cigarrillo finalmente dejó de existir y el sonidito comenzaba a volverme loco tuve que poner stop en mi videocassetera y seguir con mi madrugada de domingo. Es una de esas pelis que aparentemente solo te dejan en estado semi-vegetativo, pero que lentamente van dejando fluir su esencia dentro de tu cabeza. Te enseñan, te muestran el mal y sus demonios...esos demonios que son mis demonios también, de alguna forma. Esos demonios que seguramente albergó Junior, el chico de Carmen de Patagones que hizo lo mismo que hicieron estos chicos del país de la guerra preventiva.

Podemos ver la película de Michael Moore, todas las de él, y ver otra vez todos los programas de la tarde que trataron el tema local y hablar y tirar hipótesis y escuchar a mil profesionales, y hecharle a culpa a esto, y a esto otro y....y....y....

Y quizás muchas hipótesis sean ciertas. Muchas otras no (pelotudeces les decimos en casa). Que los video juegos, la música, la guerra, el mercado, la coyuntura, que esto, que lo otro. Y los demonios? nadie habla de "los demonios". No me refiero a esos de las películas, los rojos, con bocas sangrantes, alas de murciélago y tridentes amenzantes. También se los puede ver asi, pero yo prefiero centrarme en los cotidianos, los de todos los días. Los que se te cruzan casi segundo a segundo. Todo siempre es superficial, porque hablar, por ejemplo de la guerra es hablar de Demonios (así, con mayúsculas), pero no se habla de las elecciones de fondo de los hombres. Muchas veces se habla de estas en terminos económicos, pero no a un nivel llamemos, más espiritual; como si fueran cuestiones filosóficas que hay que dejar para las bibliotecas grandes y llenas de polvo y para los pensadores canosos, de anteojos y aburridos.

Viendo esta película me parecía encontrarme con los demonios de estos chicos. No está claro en la "vida real" que fue lo que movió a los chicos a hacer lo que hicieron y menos lo está en la película, pero en ambos escenarios se vieron las consecuencias. Mientras veia como los chicos entraban en la escuela, y mataban a cada uno que se les cruzara al mejor estilo "Counter strike", trataba de ir más alla de la masacre. Hacía el esfuerzo por entrar en sus vidas, en su mente, en su lógica. Y encontraba personas alienadas, seguramente desequilibradas sicologicamente, casos extremos de una elección llevada hasta las últimas consecuencias: el vivir para uno mismo, por uno mismo. La ensimismación total al punto de ni siquiera perturbarse a la hora de matar a alguien por la espalda, o de frente. El abrirle las puertas al odio más profundo y dejarlo fluir...hacia donde sea. El ir caminando por un corredor solo con la intención de autoabastecer su sed de. Un circuito cerrado en el que el otro es sólo un bien de consumo, un objeto, una cosa que utilizo para satisfacer un deseo egoista y destructivo.

En la película de Michael Moore, Farenheit 9/11 un soldado estadounidense, desde Baghdad le acepta, casi con desgano, que al matar a otro también uno mata una parte de sí. Nadie sale inmune de una masacre, de un asesinato, aunque sea uno el que asesina o masacra. Me pareció especialmente impactante este comentario en boca de un soldado, que lucha por una causa injusta (basicamente un asesino), inmerso en el peor asesinato de todos, la guerra.

Estas ideas se unierón en mi: el asesinato que mata y te mata, el de compañeros en la escuela y el asesinato diario que (hablo en singular) yo
llevo a cabo con mis opciones que le dan más o menos espacios a esos demonios. Elegir no enfrentar mis demonios, con la intención de destronarlos, implica masacrar mi entorno, los que me rodean. Porque de alguna forma los chicos de la escuela no logran enfrentarlos, no se si porque no pueden o porque en el fondo de su corazón se dejan seducir, engañar por sus demonios. Es imposible saberlo. La indiferencia, el autoritarismo, la gula, la hipocresía, el creerme mejor que los demás, es mi escopeta cotidiana, mis granadas de mano en los lugares en los que me muevo. Y cada vez que uno muere en mis manos, muere una parte de mi.
Elefante me puso de alguna forma de frente a esto, frente a la posibilidad de elegir parecerme poco a estos chicos.

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