24.2.05

Buceo

Chequeó sus patas de rana, se puso el tubo de oxígeno en la boca, sus antiparras. Miró el cielo azul oscuro. Nubes negras apenas dejaban un claro sobre su pequeño bote. El mar parecía enojado. Las olas salpicaban y el bote se movía, débil. Terminó esa milésima de segundo y se dejó caer hacia atrás. El agua estaba muy fría. Podía sentirla a pesar del neoprene. Su tubo de oxígeno era pequeño y apenas podría completar su objetivo. Chequeó su manómetro, luego su profundímetro y finalmente su brújula. Todo estaba en orden. Descendía a la velocidad esperada en el tiempo esperado. A su alrededor el agua se mostraba más serena que en la superficie y unque solo había descendido unos pocos metros también se mostraba menos clara. Seguramente las nubes habían ocultado definitivamente el sol.

Mientras brazeaba y pataleaba con todas sus fuerzas miró hacia arriba y vio como un rayo de luz que se sumergía en el agua se desvanecía detrás de un cardumen que pasaba. A su alredor el mundo que él tanto amaba. Recordó que su pasión por el buceo había comenzado cuando él era un niño, mirando como las burbujas que hacía su papá le producían curiosidad. Y ahi estaba él, en el mar, en el agua, con una meta clara: llegar al fondo. Nadaba con todas sus fuerzas, como si nada fuera más importante que eso. No le importó cruzarse con peces de colores y tamaños diversos. No esta vez. Era el fondo o nada.
Lentamente comenzó a divisar las primeras formas rocosas. Acantilados marino. el siempre pensaba que eran los únicos acantilados desde donde la gente no podría jamas tirarse.
Los corales. Las primeras plantas acuáticas. Algas verdes y rojas. Peces cada vez más grandes. Peces que dan miedo y la oscuridad cada vez más intensa, más presente, más viva.
Miró su brújula. Todo en orden, hay que seguir nadando-pensó. Tomó la linterna de uno de sus bolsillos pero no la prendió. Su cuerpo se trasladaba velozmente y con gracia. Quizás había nacido para nadar en las profundidaes. Eso parecía.
Fue solo cuestión de instantes, pocos metros, y la oscuridad total llegó. Prendió su linterna y un haz de luz cortó como un cuchillo el imponente manto negro. Pero el fondo no llegaba. Su manómetro estaba llegando al límite de lo pensado. De acuerdo a sus planes, y a sus mapas el fondo tenía que llegar de un momento a otro, pero él no veía nada. Solo más agua, más profundidad, más oscuridad. Siguió nadando mirando con preocupación su profundímetro.
La presión en su cuerpo era casi intolerable. Sentía que sus oidos iban a explotar de un momento a otro y comenzaba a sentir nausea. Un poco más-se decía a sí mismo y a sus piernas, que comenzaban a desobedecerle. Pero el fondo no llegó. Se detuvo, y flotando en las profundidades del mar, en la auténtica oscuridad, solo, decidió volver a la superficie; al bote que lo esperaba con mar casi en tormenta.
Una gota cayó sobre su nariz, después otra cerca de sus ojos cerrados y asi llegó la lluvia y los truenos y la hora de volver a la costa.

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