2.8.04

No escucho

Escribí este post hace una semana. No se por qué no lo subí. Pasaron tantas, pero tantas cosas esta semana. Fue una semana de dos semanas. En fin...here´s the post


"Si me traés las chinelas te doy un bizcocho" le dijo Joaquín a su hijo. Joaquín hijo lo miró raro, se dio media vuelta y salió a la calle. Joaquín padre se quedó perplejo. Que un chico de cinco años abra la puerta y salga a la calle no es cosa de todos los días. Y tan perplejo, tan boca abierta se quedó, que no salió a buscarlo y a la hora y media Joaquín hijo volvió solito. Abrió la puerta y puso cara de haber realizado una tarea muy difícil. Saludó con la mano y se fue a la cama. Joaquín pá había ya logrado salir de su primer asombro pero ya estaba demasiado sumergido en el segundo. Fue al baño y se lavó la cara con agua fría, bien fría, para sacarse la cara de pavo. Entró al cuarto de joaquincito y lo despertó despacito. Joaquín ya dormía porque el mandado lo había agotado?¿A donde fuiste Joaquincito? -le preguntó el papá
-Papá, hice lo que me pediste - le contestó muy suelto Joaquín.
El papá, que a esta altura ya no entendía nada, trató de reconstruir la escena.
-Pero...a ver...¿qué te pedi?
-¿Que? ¿No te acordás?- le dijo extrañado Joaquincín.
-No, contame vos...

Joaquin lo miró con cara de nene que tiene fiaca para dar explicaciones, infló los cachetes, resopló, reboleó los ojos y contestó:

-Fui a la quiniela. A la del barrio. No sabía donde quedaba por eso me tardé tanto. Si por lo menos me hubieras dado una pista de la cuadra, o la manzana. Lo único que sabia era que me quedaba poco tiempo: ya eran las cinco y media.
Joaquín padre abrió los ojos tan grandes que después le costó cerrarlos.
-¿A la quiniela? ¿Y por qué a la quiniela?
-Vos me dijiste...
-¿Yo?
-Si, pá. Vos: "Cierra a las seis la quiniela: jugale al ocho".

Papá Joaquín ya podía subir más los hombros, cómo si por hacer eso fuera a entender lo que había pasado. No era nada del otro mundo. Un pequeño episodio que nadie iba a recordar en un par de días. De todas formas miraba para un lado y para el otro buscando la respuesta en algún lado. Casi que hablaba solo. Joaquinquín lo miraba raro otra vez.

-¿Qué pasa pá?
-Nada, nada. Dormí nomás...-le dijo mientras seguía hablando solo y se iba del cuarto azul de Joaquín.
-¿Maní? ¿Qué pasa pé? ¿Por qué a esta hora?
-¿Mani? ¿Qué maní?
- No se...vos dijiste maní.
-No...dije: ?dor-mi?
-Ah!

Y ahí, papá Joaquín descubrió el problema. Fue hasta el sillón y se sentó, casi dejándose caer, con cara de canchero y sonrisa de ganador: había descubierto el enigma. Era tan simple como que Joaquín no estaba escuchando bien...se había confundido chinela con quiniela...dormí con maní.
-Mañana le compro más hisopos y listo!- pensó y se fue a dormir.

Hisopos, médicos, lavandina, escarbadientes, llaves y quien sabe cuantas cosas más pasaron por las orejas de Joaquín pero no lograron curarlo. Visitó a todas las curanderas del pueblo, a los profesionales más distinguidos en oidología de la región, a tres especialistas extranjeros pero no hubo caso. El problema de Joaquín no era que fuera sordo. Él escuchaba perfectamente a veces....y otras veces escuchaba cosas que no se habían dicho pero que sonaban parecidas. El ya estaba grande, tenía doce y había confundido como doce millones de oraciones. Una vez estuvo cuatro días abajo de la cama porque había escuchado ?ojo con el león? y en realidad le habían preguntado si quería un melón. Otra vez escuchó canibal y no les prestó atención por que sabía que eso pasaba solo en las películas, pero después se enojó cuando le tiraron tres bombitas de agua: es que había empezado el carnaval.
El pueblo ya conocía a Joaquín. Sabían que a veces escuchaba perfecto y otras veces generaba catastrofes con sus malentendidos. La gente le hablaba claro y modulando y él las miraba con aires de superioridad. Nunca corroboraba si había escuchado una cosa por otra. El se quedaba con la primera versión: lo que a él le parecía, era. Tero por cuero, alcornoque por karaoke, guitarra por catarro, ovni por omnibus
Había algunas más fáciles de confundir como miel por piel, arveja por abeja, calor por caldo, juguete por cohete, cartel por mantel pero otras tan inverosímiles como mochila por cuaderno o teléfono por computadora o gato por liebre.

A veces, cuando le preguntaban que había entendido él miraba con cara de quien tiene fiaca para dar explicaciones, inflaba los cachetes, resolplaba, reboleaba los ojos y contestaba las oraciones más fantásticas que alguien pudiera decir. Todos se quedaban maravillados con las cosas que decía Joaquín y por eso no se enojaban con él, aunque era bastante testarudo. Algunos vecinos se enojaron un par de veces con él por que sus "interpretaciones" (cómo decían algunos) a veces traían problemas... pero ¿qué chico no trae problemas a los doce años?

Un día, Joaquín iba camino a la escuela pensando en naves espaciales y pistolas de rayos láser cuando se cruzó con dos compañeros de la escuela.Se fueron charlando y uno de ellos le pidió ayuda con unas tareas de matemática. Joaquín, que sabía mucho de números, le dijo que sí y a la tarde fue a la casa de Juli, a explicarle unas cuentas.

Y fue...¡un caos! Joaquín confundía los tres con trenes, los cuatros con cuadros, los seis con cartas españolas, los dos con tos, la suma con la luna y el signo igual con el olor a mar. "Imposible aprender matemáticas así"- se quejaba Juli. Y tenía razón. Después de haber pasado toda una tarde con él, y a pesar de no haber aprendido casi nada de matemáticas, Juli se dio cuenta de que estaba empezando a conocer más a este chico tan peculiar. Es que a veces no hace falta estar mucho tiempo con una persona para conocerla, a veces basta con poco. Juli se dio cuenta de que Jo a veces no prestaba mucha atención a lo que los otros le decían. Estaba muy metido en sus cosas y, lógico, cuando le decían algo él escuchaba cualquier cosa. Así era como mezclaba las cosas más locas siempre dándoles sentido para armar esas oraciones tan fantásticas y que muchas veces no tenían nada que ver con lo que se necesitaba. Hacían falta clavos y él traía pinceles; se necesitaba que fuera a comprar pan y el traía tres kilos de papa y una bolsa de pochoclos. Y así.
Esa tarde Juli no tuvo coraje para enfrentar a Joaquín pero al otro día lo busco y le dijo que tenía que hablar con él. Se lo dijo de una forma tan directa que Joaqui no tuvo más que entender ese mensaje y no otro.
Se juntaron atrás de la escuela, abajo del arbol gordo que tiene esa ramas largas y que da sombra todo el año. Se notaba que el clima estaba tenso. Joaquín se veía venir algo pero no sabía qué.
Juli lo miró un rato, muy fijamente y con cara de científica pensando una formula muy difícil. Sacó un lápiz y dibujó un helado en una hoja de papel.
-¿Lo ves? Bueno: decite a vos mismo que esto es un helado.
-¿Qué pasa Juli? ¿Te volviste loca?
- No...es un experimento. Dale, decite ?helado?

Joaquin reboleó los ojos y se mordió el labio de abajo como desaprobando la tarea, pero hizo lo que Juli le pedía.

-Listo. Ya está. Ya me lo dije. Estás contenta ahora. Ya me dije pescado para que veas...
-¡Viste! ¡Viste!- empezó a gritar Juli - dijiste pescado. Sigamos..
Joaquin estaba medio desorientado y trataba de razonar qué estaba pasando
-A ver...a ver. Te vas a volver a decir a vos mismo que es lo que estás viendo acá. Te los vas a decir mentalmente pero en voz mentalmente alta y después vas a pensar en todo lo relacionado con eso que te dijiste y me lo vas a decir. Listo?
-Si- contestó tímidamente Joaq
-Bueno...¡Ya!

Pasaron unos segundos y Juli miraba con atención a Jo que parecía estar resolviendo un problema muy complicado. Apretaba los ojos y la posición de sus cejas lo hacia verse muy serio. Lentamente se fue aflojando la expresión de su cara hasta que dijo:-"Terminé" y se rió con sarcasmo.
-Ok, decime...
-Bueno, para empezar te voy a decir que vos dibujaste un pescado y lo que yo relacioné con el pescado es agua, mar, comida, playa, barco, redes...
-¡No, no, no!- interrumpió Juli -esto no es un pescado: ¡es un helado! Esto es realmente tan grave como me lo había imaginado. ¿Qué vamos a hacer? ¿Qué vamos a hacer?- se decía mientras daba vueltas alrededor del árbol con una mano en la cintura y la otra en la cabeza.
-¿Qué tengo? ¿Qué tengo? - se preocupó Jo
-Toda tu vida creíste que confundías las palabras ¿no?
-Y...algo así- dijo Joaquín sin querer afirmarlo demasiado.
-Bueno: no es así. No es que mezcles, sino que estás sordo.
-Jajaja!-se rió Jo!- cómo voy a estar gordo?
-¡No, no! ¡Sordo!!! Y tenés una de las peores sorderas.
- ¿De las peores?- se preocupó Joaquín. Su cara se transformó y Juli dice que hasta se puso medio pálido. Esto la asustó tanto que decidió no ser tan dramática y decirles las cosas directamente como eran.
-Mirá Jo: yo te quiero mucho, somos amigos pero yo descubrí cual es tu problema y ahora vas a tener que hacer un gran esfuerzo para superarlo. Yo te voy a ayudar y voy a estar con vos pero vos tenés que hacer toda tu parte...
-¿Qué me pasa? ¿Qué me pasa?- decía Joa, casi con lagrimas en los ojos y con un poco de miedo aunque no quería admitirlo.
- Y resulta que vos no es que escuchas mal a la gente por que querés, sino por que estás sordo. Un poco, no del todo. Pero tenés la peor sordera. ¿Escuchaste el dicho: ?no hay peor sordo que el que no quiere escuchar??
Jo asintió con la cabeza.
-Bueno, hay un sordo peor: ?no hay peor sordo que el que no quiere escucharse?.

Joaquin se quedó helado. No entendía mucho pero sentía que le habían dicho algo importante. Algo desde el corazón y que le había llegado en estado puro, sin "interpretaciones", sin cambios...
-Escucharse...escucharse- repetía

-Claro: escucharte. ¿Cómo vas a escuchar a los demás si no te podés escuchar a vos mismo? ¿no te diste cuenta con lo del helado? Ni vos podías escucharte decir pescado en vez de helado...pero se puede cambiar, se puede...

Joaquín seguía pensativo...
Y los dos se quedaron a la sombra del árbol gordo de ramas gordas que da sombra todo el año y se sentaron a escucharse. Cada tanto se decían algo que se habían escuchado decirse. Porque no sirve de mucho andar escuchandose tanto si no se tiene a quién contarselo.

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